Era la tarde de Halloween cuando llevé a Marcelino al veterinario porque su ojo derecho tenía de pronto muy mal aspecto. Dos meses después de luchar por salvarle el globo ocular y dos operaciones más tarde, se decide extirpar con mucha decepción por tanto esfuerzo en vano; sin embargo tener un sólo ojo no era lo peor que nos iba a dejar el 2014: Marce había empezado a cojear. Al principio lo achacamos a algún golpe o caída pero cuando parecía que mejoraba comenzó a cojear más. Un TAC era la única solución. El resultado fueron dos hernias de disco y un quiste suprarrenal que impedían el envío de información de su cerebro a su patuca izquierda. Las opciones eran varias cirujías con muy pocas garantías o intentarlo a través de la fisioterapia. La decisión conjunta fue no intervenir y rápidamente empezamos con las sesiones de fisio. En casa también trabajábamos a diario pero necesitábamos algo que pudiera sostenerle para que no se arrastrase tanto. La discapacidad ya era notable pero echábamos de menos los paseos fuera de nuestro jardín.
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