Escribo estas líneas tras una larga conversación con el Doctor Alberto Palleroni, experto en psicología y neurología animal de la universidad de Harvard. Para que os hagáis una idea. El día del trágico accidente de Felix Rodríguez de la Fuente en su viaje a Alaska, Alberto viajaba con él en otro helicóptero. El perro y ser humano llevan mucho tiempo compartiendo caminos. Estos no siempre han sido en favor de la compañía, si no más bien de la necesidad de unos y otros. El lobo compartía la carroña que el humano dejaba de las grandes presas y el humano compartía la cacería de las pequeñas piezas cazadas por el lobo. Poco a poco nuestras especies se han adaptado de forma sorprendente. Juntos perseguíamos presas durante 160 kilómetros hasta darles caza. Biomecánicamente éramos prácticamente los únicos que podíamos estar preparados. Evolucionamos con ellos y gracias a ellos. Conquistamos el Ártico y el Medio Oriente gracias a su ayuda. Incluso Mahoma introdujo en el Corán un apunte sobre la importancia de los Salukis, raza de perro ancestral sin la cual no había forma de sobrevivir en las grandes llanuras. En contra de la baja imagen que gozaba el perro, se dieron cuenta de que había que cuidarlos y respetarlos.
El Saluki es el perro más evolucionado. De su pureza dependía nuestra supervivencia. Pueden correr a 80 kilómetros por hora durante unos 16 kilómetros cosa que ninguna presa era capaz de soportar por veloz que fuera. En los últimos 200 años, nuestro empeño por crear razas artificiales adaptadas únicamente a nuestras necesidades contemporáneas no ha sido un trato justo para tan viejo amigo. La mayoría de las patologías en la cadera de las razas de perros actuales es a causa de la variación artificial del ángulo de la rodilla. Lo que se conoce por un compañero de Alberto Palleroni, el Doctor Donald B. Slocum, líder reconocido mundialmente en ortopedia y uno de los padres de la medicina del deporte como una subespecialidad de la Ortopedia. Una de sus herencias son las conocidas placas Slocum utilizadas en cirugía ortopédica veterinaria a nivel global. El ángulo de la rodilla ha llegado a variar, en relación a la antigua raza Saluki, hasta 30 grados. Biomecánicamente esa variación es la que está causando estragos en las caderas de las razas actuales. Ojala encontremos entre todos, una forma de reconducir la profunda herida que hemos hecho en el ADN de nuestros milenarios compañeros.
Toni Fernández
Fundador de Ortocanis

























Por suerte o por desgracia los perros no hablan, así que a veces puede que sea difícil saber si están sufriendo dolor. Afortunadamente la respuesta que da el perro al dolor es muy similar a la que damos nosotros. Dependiendo de su nivel de tolerancia al mismo, de su intensidad y de su origen observaremos cambios en el comportamiento que persiguen evitarlo. Estas conductas evitativas serán más o menos marcadas, por lo que es importante conocer bien cuál es el comportamiento normal del perro en cuestión para darnos cuenta de los cambios.
En términos más concretos puede observarse alteraciones posturales o del movimiento: el perro evita realizar aquellos movimientos y posturas que intensifican el dolor. Un ejemplo sencillo es el de no apoyar aquella pata que está lesionada. Igualmente puede darse una conducta de acicalado excesivo de la zona doliente, que puede traer situaciones más graves, como ocurre cuando una pequeña lesión en la piel se complica en dermatitis por lamido, aunque el dolor sea una respuesta fisiológica de protección cuya función es evitar el agravamiento de una lesión.









