Un dispositivo recoge las señales del cerebro y los reenvía a un sensor que activa las terminaciones encargadas de controlar los músculos.
Un macaco que no podía mover una de sus patas traseras a causa de una lesión de la médula espinal, ha conseguido volver a caminar casi con normalidad gracias a una «bypass» que comunica de forma inalámbrica el cerebro y las terminaciones encargadas de activar los músculos. Esta neuroprótesis cerebroespinal, como definen los responsables, se ha desarrollado en la Escuela Politécnica Federal de Lausana, en Suiza, en colaboración con otros centros de investigación y la empresa Medtronic.
El animal lleva incorporado en el cerebro un pequeño sensor que capta las señales emitidas -de los deseos del macaco por moverse- y los envía a un procesador. Los datos son tratados y descodificados para luego reenviarlos a otro dispositivo con unos electrodos que se colocan en la zona lumbar de la médula espinal, al otro lado de la lesión, y activan las neuronas que dirigen los músculos de la pata afectada. -«Lo que hacemos es restaurar en tiempo real y de forma inalámbrica la comunicación entre el celebro y el sistema locomotor«, dice uno de los autores en el proyecto, Eduardo Martín Moraud, ingeniero español que trabaja en la Universidad de Oxford (Nuffiel College) y que ya había estado 5 años en el equipo de la Escuela Suiza.
Los detalles de la investigación, cuyo primeros resultados satisfactorios se obtuvieron en junio del 2015, se han publicado en la revista científica ‘Nature’. Uno de los dos monos del experimento recuperó el uso de su extremidad paralizada en la primera semana después de la lesión, sin entrenamiento, tanto en cinta de correr como en el suelo, mientras que el segundo tardó unas dos semanas.

Según ha informado el EPFL, en el Hospital Universitario de Lausana se ha puesto en marcha un estudio clínico para validar los efectos terapéuticos de la tecnología en personas con lesión de médula espinal, pero solo de forma parcial. Por ahora, lo que se hace es comprobar si la colocación en la médula de un dispositivo con electrodos, previamente programado, logra restaurar el movimiento de las piernas. No se comunica con el cerebro.
EL PROCESO
Como explican los investigadores, cuando el cerebro decide realizar un movimiento o cualquier otra actividad se produce «una transmisión de picos de electricidad entre neuronas» que pueden medirse e interpretarse mediante un algoritmo matemático. En un sistema nervioso intacto, las señales que denotan el hecho de caminar proceden de una pequeña región del cerebro llamada corteza motora (o córtex motor).
Con posterioridad, las señales viajan por la médula espinal, llegan a las redes neuronales localizadas en la región lumbar y estas activan los músculos de las piernas para que produzcan los movimientos.
Las lesiones de la médula espinal, parciales o completas, impiden que estas señales lleguen a las neuronas y provocan la parálisis. Sin embargo, la corteza motora todavía mantiene la actividad cerebral que generaba las instrucciones de caminar. Y las redes neuronales que activan los músculos en la pierna paralizada también están intactas y todavía pueden generar movimientos de las piernas.
En esta ocasión se midieron «96 canales neuronales del córtex que ofrecen mucha información», dice Martín Moraud, quien recuerda que en experimentos previos, por ejemplo, ya se había logrado que pacientes humanos activaran un ordenador a distancia solo con pensar en hacerlo. «A nosotros nos interesaba controlar solo dos eventos: cuando se levanta la pata y cuando se posa», prosigue.
Luego, la estimulación eléctrica de unos pocos voltios, en una zona concreta de la médula espinal, modula distintas redes de neuronas que pueden activar músculos específicos en las piernas. «Yo me he ocupado concretamente del sistema que te permite estimular la médula en tiempo real», prosigue Martín Moraud.
SIN NECESIDAD DE ENTRENAMIENTO
Para que los monos recuperaran la movilidad, «no fue necesaria ninguna fisioterapia o entrenamiento», dice el neurocientífico Erwan Bezard, de la Universidad de Burdeos, que supervisó los experimentos. Todos los tratamientos se han efectuado previo control de los comités de bioética de los centros participantes.
«Por primera vez puedo imaginar a un paciente completamente paralizado siendo capaz de mover sus piernas a través de esta interfaz cerebro-espinal», ha afirmado en una comunicado la neurocirujana Jocelyne Bloch, del Hospital Universitario de Lausana (CHUV), encargada de colocar los implantes en el cerebro y en la médula espinal.
Fuente: El periódico, Revista científica Nature.








El perro ‘Journey’. / KEVIN BACHAR.














Escribo estas líneas tras una larga conversación con el Doctor Alberto Palleroni, experto en psicología y neurología animal de la universidad de Harvard. Para que os hagáis una idea. El día del trágico accidente de Felix Rodríguez de la Fuente en su viaje a Alaska, Alberto viajaba con él en otro helicóptero. El perro y ser humano llevan mucho tiempo compartiendo caminos. Estos no siempre han sido en favor de la compañía, si no más bien de la necesidad de unos y otros. El lobo compartía la carroña que el humano dejaba de las grandes presas y el humano compartía la cacería de las pequeñas piezas cazadas por el lobo. Poco a poco nuestras especies se han adaptado de forma sorprendente. Juntos perseguíamos presas durante 160 kilómetros hasta darles caza. Biomecánicamente éramos prácticamente los únicos que podíamos estar preparados. Evolucionamos con ellos y gracias a ellos. Conquistamos el Ártico y el Medio Oriente gracias a su ayuda. Incluso Mahoma introdujo en el Corán un apunte sobre la importancia de los
El Saluki es el perro más evolucionado. De su pureza dependía nuestra supervivencia. Pueden correr a 80 kilómetros por hora durante unos 16 kilómetros cosa que ninguna presa era capaz de soportar por veloz que fuera. En los últimos 200 años, nuestro empeño por crear razas artificiales adaptadas únicamente a nuestras necesidades contemporáneas no ha sido un trato justo para tan viejo amigo. La mayoría de las patologías en la cadera de las razas de perros actuales es a causa de la variación artificial del ángulo de la rodilla. Lo que se conoce por un compañero de Alberto Palleroni, el Doctor Donald B. Slocum, líder reconocido mundialmente en ortopedia y uno de los padres de la medicina del deporte como una subespecialidad de la Ortopedia. Una de sus herencias son las conocidas placas Slocum utilizadas en cirugía ortopédica veterinaria a nivel global. El ángulo de la rodilla ha llegado a variar, en relación a la antigua raza Saluki, hasta 30 grados. Biomecánicamente esa variación es la que está causando estragos en las caderas de las razas actuales. Ojala encontremos entre todos, una forma de reconducir la profunda herida que hemos hecho en el ADN de nuestros 



